miércoles, 8 de noviembre de 2017

61. ¡Así que esta fue la carrera!




En el sprint próximo a la meta un ángel oportunista le propone al ciclista una trampa. Para que llegue cuanto antes. Te empujo sin que nos vea nadie y, a cambio, me reconoces como cómplice. Pero el dorsal sudoroso, ajado y casi esquelético no lo acepta. ¿Por qué tanta prisa por terminar la carrera? Tal vez no es urgencia sino solamente cansancio. Y sentido de cumplir la misión en la que se embarcó sin proponérselo, porque le embarcaron. Y la modesta satisfacción que, no obstante, para cada corredor tiene un significado elevado. Llegar al final, sin haberse retirado de manera precipitada en una etapa, sin descalabros que le descalificasen, sin apartarse del recorrido marcado por la organización biológica es todo un triunfo. Entonces, restando importancia al ángel que, cual espectador espontáneo salió a dar un empujón al atleta, pero al que no debe el esfuerzo del aliento último, el corredor alza las manos. Victoria por haber corrido. Victoria por haber resistido. Victoria por haber superado la gymkana. Victoria por demostrar que lo pequeño hace lo grande. Victoria por descubrir que el misterio no era otra cosa sino la pista por la que deslicé mi vida, piensa. 

Una dosis de escepticismo y perplejidad últimos hace que el corredor exclame al borde del abandono justo y definitivo: ¡Así que esta fue la carrera!



(Ilustración de Artemio Rodríguez)


2 comentarios:

  1. La dignidad no tiene precio, por mas se insista en tópicos desgastados. Si dignidad ocupa todo el espacio interior y exterior del ciclista, no tendrá nada que hacer sino permanecer a su servicio.

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