...tal vez tratabas de prolongar la evasión de tu mente, ignorando el vuelo ajeno que buscaba tu territorio. O era una táctica para frenar el ímpetu de quien te buscaba con avidez. Solo si yo quiero y cuando quiera, pensaste, simulando falta de receptividad. Pero el juego de las simulaciones debe tener sus cálculos. Si demoras el despertar acaso ya no esté él ahí. Si precipitas los signos de tu deseo puedes ser equívocamente interpretada. Escuchas tus propios latidos. Controlas que tus facciones no se alteren. Respiras con la lentitud de quien está ausente. Sujetas las bridas de un cerebro que se debate entre impulsos contradictorios.
(Imagen de Inés González Soria)
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