lunes, 29 de marzo de 2010

Construcción

Los materiales con los que va a ir construyendo su casa no son nuevos. A veces simplemente es la sencilla hojarasca lo que tiene al alcance. Pero intuye que no basta. Es nueva su manera de edificar lo que va a ser primero la pequeña cueva desde donde protegerse de las intemperancias humanas. No sabe todavía que la debilidad de la primera urdimbre apenas resistirá las urgencias, cuando no el acometimiento, de los bárbaros. Por supuesto, éstos no lo son permanentemente. No lo son en el sentido de procedencias muy lejanas, puesto que sus rostros son conocidos, pero se convierten en ello. Son las actitudes de los que le rodean de más o menos cerca las que se desdoblan y adquieren otra caracterización. Es entonces cuando empieza a probar sobre su espacio de soledad el sabor de los contrarios amargos. El habla afectuoso y el grito corrector, la acogida cálida y el abandono incomprensible, la entrega a sus tiempos y el brusco corte de aquello donde él se siente bien. Levantará una vez tras otra una pequeña cubierta que le proteja. Aprenderá a hacerlo de nuevo y con una mayor firmeza. O volverá para atrás y comprobará que le faltan materiales. Tendrá que hurgar muy dentro de sí para encontrar un nuevo recurso. Arañar, rascar, extraer.



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