lunes, 4 de abril de 2011

Indolencias (VII)



No era como los otros. O había renunciado a serlo. No venía a imponer, ni a conducir. Dejaba que la materia siguiera su curso sin intervenir. Veía a distancia a los humanos de la misma manera que se deleitaba en el verdor húmedo que era causa y efecto de la vida. En el que se había refugiado para protegerse de las otras divinidades.

4 comentarios:

  1. Una buena forma de permanecer silente. Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Pensé que se trataba de un montaje fotográfico o algo así, pero por tus palabras entiendo que no, que está ahí: misterioso, observante, indolente, formando parte del paisaje y en perfecta simbiosis con él (qué alivio).
    Qué curioso... la de cosas que habrá tenido que ver.

    ResponderEliminar
  3. En efecto, Emejota; no está en guardia, sino indolente.

    Abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Y seguirá viendo, supongo, Quelle, y seguirá viendo. Su materia no le hace ciego, necesariamente. Aunque los transeúntes le ignoren habitualmente.

    ResponderEliminar