lunes, 25 de abril de 2011

Orígenes, y X




Como un ojo heteretópico, la roca permanece allí. No es orfandad sino testimonio. Nadie pregunta. Pero su mirada sabe de lo transitado por fuera. De lo acontecido en la desigual condición interior de su materia.  No hay eterno retorno en sí misma. Solo transformación y destino incierto. 



15 comentarios:

  1. Claro, andar, andar y oxidarse con los pasos, crecer con los pasos y, sobre todo, guardar de la boca hacia adentro lo más importante, y regalarlo cuando sea oportuno, darlo en un poema, o llorar, solamente, cuando sea necesario.

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  2. ...también hay quimérica transigencia, Jean, esa misma que se crea cuando el fruto del ciruelo reclama su muerte para intuir la tierra: sentirse una cárdena medusa nadando sobre estiercol húmedo, ni mas ni menos que por su propia pulpa evanescente.

    Un placer y un cordial saludo.

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  3. Anclada en un exacto punto del universo -que sin embargo sigue viajando- sigue atestiguando su entorno, y ya lo dijiste: "(...)su mirada sabe de lo transitado por fuera."
    Felicitaciones

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  4. Susan Urich. La oxidación por el desgaste de caminar no es igual que la debida al no uso. Los pasos de la vida deparan lloros de goce y lloros de pena. Entre lo exultante y el lamento vamos haciéndonos, ¿no crees?

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  5. Qué entiendes por quimérica intansigencia, Gabriela. El símil del fruto del ciruelo se basa en algo que desconozco, pero quiero aprender.

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  6. Lo transitado por fuera, Julio, pueden verlo muchos ojos. Lo que circula en el interior de cada materia (o su diezmillonésima partícula) sólo lo sabe esa materia.

    (Aunque la ciencia se empeña en indagar y conocer los mecanismos, no sé hasta qué punto da con ello, pues el interior es una vorágine que conduce a otra, etc.)

    Bienvenido, pues.

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  7. ... bueno Jean gracias por darme la oportunidad de expresarme y, sobre todo, de ahondar en mi comentario.
    Evidentemente el apunte del ciruelo es un símil que, como tus textos, evocan el tema del ciclo del hombre, y precisamente, a través del ciclo de una fruta intento expresar una visión personal del latir humano.
    He hablado de una "transigencia quimérica" entendida como irreal. Intento explicarlo: llegados a un punto de comprensión o entendimiento del cuerpo y la mente humana y su interrelación con el medio, el ser se manifiesta como algo absolutamente volátil e incierto, como el resto de la materia que nos rodea y a la que "pertenecemos". En el hombre, esta conciencia, si llega, (sí en mi caso) se manifiesta en un primer lugar por un deseo de transigir, de no seguir peleando contra lo efímero, aceptando su único destino ( el ciclo). No es más que una mera aceptación
    de la realidad aunque se vive como un acto de voluntad entendida como una dejación de lucha contra el fenecimiento. De ahí digo lo de "transigencia quimérica" porque creemos que somos nosotros los que decidimos hacernos dejar pero es ilusorio pues el destino ya está servido desde siempre, desde que nacemos.
    En la fruta, cuando empieza a estar madura, es cuando se produce esa conciencia de pertenecer al ciclo, sintiendo que la gravedad y la decadencia forman parte de la consagración a la tierra para que la semilla vuelva a abrirse de nuevo en ella, pero en esta fase la ilusión de la ciruela surge con más fuerza: seguir en el entorno nadando ahora como una grácil medusa sin advertir que la humedad del suelo es producida por su propia deflagración interna. Y en este punto es donde la fe (religiosa o no) anida con más fuerza, la ciruela se aferra a una individualidad que es ajena a la propia naturaleza, se apoya en la negación de su propio ciclo porque no concibe la nada como un absoluto. Lo mismo que nos pasa a nosotros.

    En fin, Jean, después del rollo que he soltado, no sé si se me habrá entendido algo, o si ha sonado presuntuoso o pretencioso, no lo es, de verdad, es que no quiero extenderme mucho, intento acortar y no siento que haya expresado con rotundidad lo que humildemente proclamo.

    Un abrazo y gracias por todo.

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  8. Oh, no Gabriela, en absoluto me parece banal lo que dices. En todo caso son mis límites de comprensión de muchos temas -no domino excesivamente el mundo de los simbolismos- los que me incapacitan para debatir. Por eso, prefiero preguntar. Escuchada tu argumentación hay cosas que sigo sin tener claras, por ejemplo eso de..."esta conciencia, si llega, (sí en mi caso) se manifiesta en un primer lugar por un deseo de transigir, de no seguir peleando contra lo efímero..." Me gustaría saber qué entiendes por lo efímero, puesto que hay sistemas de pensamiento que casi todo lo humano lo reducen y circunscriben a acontecimientos efímeros (ya veo, por lo que relatas, que no sólo sucede en nuestra especie cultural, digamos)

    Voy teniendo clara mi conciencia cíclica -todas las manifestaciones de la naturaleza tienen una caracterización cíclica, porque es el devenir y la eterna lucha por seguir avanzando, ya que el movimiento perpetuo lo es todo. Pero mi idea de los ciclos, de mis límites, de mis manifestaciones que se irán agotando, no implica la asunción de un fatum inevitable en los mil y un aspectos que rigen nuestra vida, y el fatalismo lo considero un elemento ideológico transversal y dañino para la misma percepción humana. En fin, complejo, supongo.

    De todos modos, me gusta la compración que estableces entre el ciruelo y el humano. Probablemente todas las especies y manifestaciones de la naturaleza nos rijamos por ritmos semejantes. Hay más concentricidad de lo que suponemos en el universo.

    Y, por favor, esta página es un espacio abierto para todo el mundo. No tienes que agradecérmelo. Yo también soy un usuario. Aprovechemos el medio. Un abrazo.

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  9. Sí, tienes razón, yo también veo así tu rincón del que también aprendo, como un espacio abierto, pero bueno, no todo el mundo es de esa opinión. Hecha la aclaración intentaré explicarme mejor pues en ocasiones es díficil para mí sin acudir al recurso metafórico aunque aprendo ha prescindir de él.
    Cuando hablo de consciencia y deseo de transigir y no combatir lo efímero no me refiero sólo a la consciencia cíclica sino también a aquella que es capaz de verse per se como mera materia modelada bajo un aspecto o contorno determinado. Precísamente la efemeridad la refiero no tanto a la materia, que generalmente transmuta, sino a su aspecto en sí que es volátil. Por ejemplo, las rocas que recoges en las fotografías manteniendo su propia composición, en principio inalterada, van renovando su aspecto constantemente, no lo entiendo como un cambio sino como una reestructuración para atestiguar lo que les está ocurriendo.
    Imaginemos ahora el cuerpo fenecido de un humano. Seguramente, cuando los enterramientos se realizaban en cualquier oquedad de la tierra nuestra materia se recomponía para servir de alimento a microorganismos, a favorecer determinadas estructuras vegetales,...etc, al margen de la acción de los depredadores. De modo que existía todo un ciclo entorno a nuestra descomposición que hoy es insostenible.
    En definitiva, cada trámite biológico de esta simbiosis que renueva la materia así como su aspecto es la consciencia que intento mantener, que procuro tener en cuenta como ente pensante.
    No sé ¿cómo lo ves tú, Jean?

    Un saludo.

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  10. Lo entiendo mejor, Gabriela. Lo cierto es que cuando decimos que algo permanece, o no cambia o sigue igual, es porque nos fijamos en una apariencia exterior y no medimos el tiempo de transformación del objeto. Por supuesto, de una persona que hace tiempo que no vemos enseguida percibimos sus cambios. Pero de una roca, sobre la cual no sabemos, y como ella miles de objetos, y que no seguimos su transformación, solemos emitir el tópico de que sigue igual. Antes se decía de los monumentos, por ejemplo. Pero el elemento contaminación ambiental de los tiempos modernos ha precipitado el detrioro, el desgaste, el cambio brutal en una fachad, unos arbotantes, unas esculturas. Lo percibimos mejor. Y todo eso, aun llevando siglos, manifiesta su carácter efímero. Pero creo que lo volátil implica siempre cambio, ojo. Nada permanece. Aquellos rituales antiguos de los muertos humanos tenían la propiedad de que los cuerpos finitos retornaban a la tierra rápidamente, tal como dices. El polvo vuelve al polvo, decía un salmo. Una manera literaria de que los ciclos ponían en su sitio a las especies, en ese espacio ampli en que todos se deben a todos. La simbiosis en el planeta es superior a lo que nos imaginamos. No te he aportado nada, pero me lo he racionalizado a mi manera, ¿no?

    Buena noche.

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  11. Jean, permíteme que te escriba con cierta confianza...¿pero cómo dices que no has aportado nada? El lecho para que se estén desarrollando estas cuestiones tan fascinantes viene de tu mano, Jean. Tienes un espacio maravilloso en el que estoy aprendiendo muchísimo,... pero no es plan que me ponga a enumerar mis avances personales ahora y aquí, ¿no crees? Es el iter del debate lo que debe importar.

    Un saludo y buena noche.

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  12. Buena noche, he estado detrás de las antorchas, escuchándolas, a veces me he ido y regresado para escucharlas, pero ya que están prestas a retirarse y que la epistemología (vuestra) agotó los argumentos o la saliva, dejo en el ambiente una reflexión: Todos venimos del pasado. Las grietas -en la pared o el piso-, las arrugas, el embarazo y la rigidez del muerto; y acaecido estos hechos continúan su constante camino ¡imparable! No será, digo, que a la invocación de tanta teoría leída y expuesta: ¡falta la vuestra!
    Un abrazo a ambas.

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  13. Julio. Por supuesto que venimos de ese pasado llamado Nada. Históricamente, la Nada anterior a nosotros adquirió sus formas, tales como las que describes tan bien. Y otras más.

    No entiendo muy bien tu última frase. O estoy muy denso.

    Gracias.

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  14. (No será, digo, que a la invocación de tanta teoría leída y expuesta: ¡falta la vuestra!) Que sería emocionante y honroso escucharlas con una tesis que resuma sus exposiciones desde vuestro idiolecto. Gracias.

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  15. Hum, Julio. Soy poco profesor para elaborar tesis. Sólo sé concitar en mí mismo los elementos y dejar que actúen. Un abrazo.

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