martes, 5 de septiembre de 2017

28. La troupe




La troupe es lo residual de los nómadas de todos los tiempos. Los saltimbanquis que van en ella encarnan la dinámica universal. También las últimas comprobaciones de las leyes físicas. No son ya aquellos cazadores recolectores a pie de suelo nuevo cada día, ni se trasladan con ganados por extensas regiones, ni se trata de comerciantes de caravana que se detienen hoy en esta ciudad y mañana en otra más recóndita. Ni siquiera pertenecen a mesnada guerrera alguna cuya única razón de ser es vivir al día y cobrar la soldada y gastarla después en la compensación de placeres ocasionales. 

Los saltimbanquis de la troupe venden juego y con su exhibición provocan el deleite visual. Siendo tan antiguo su oficio como el de otros nómadas, pues el espectáculo lúdico siempre fue muy apreciado entre los habitantes de pueblos y ciudades, aún se ejercita para asombro de mayores y emulación de criaturas cuyo cuerpo les permite virguerías. Los dos hermanos de la troupe saben infinidad de ejercicios y hay un momento en sus contorsiones, probadas una y otra vez hasta el infinito, en que sus cuerpos individuales se diluyen para dar paso a uno único que suscita admiración. 

Ha corrido de boca en boca esta hazaña y los espectadores se apresuran a esperar en medio de la plaza donde ejecutan su número de la milagrosa posición que les hace únicos. Lo curioso es que se esté colocado en cualquier parte del perímetro de asistentes todos y cada uno tienen la misma percepción. No hay truco, no hay defecto. Si uno se pone detrás de ellos los miembros del volatinero de abajo se entrelazan con el superior. Si se coloca uno de frente el mismo trenzado no deja entrever fisura alguna. Los niños, que siempre son los que más se asombran, temen,. no sin razón, que haya un momento en que ambos hermanos no puedan separarse. Son los siameses del movimiento, los que unen habilidad natural con emociones y sentimientos, y crean un ser dual que da la impresión de que no van a separarse nunca. Que se traten de hombre y mujer sorprende todavía más y cuando están en plena concentración y llegan a ese punto de comunión mágica la gente los ve como sobrenaturales. Entonces el público irrumpe en aplausos y quien más y quien menos desea practicar en sus casas tras abandonar el show. Sueñan con que emulando tal adiestramiento maravilloso el marido y la mujer se reencuentren más allá de sus conflictos, los hermanos se sientan más fraternales superando sus envidias, los niños adquieran un mayor crecimiento en su complicidad. Pero, ¿y los ancianos? Los ancianos, en primera fila de asistentes al acto, han rendido sus deseos entre la visión limitada de sus ojos de cataratas y sólo recuerdan con ojos humedecidos. Solamente recuerdan.




(Ilustración de Artemio Rodríguez)


2 comentarios:

  1. El temor de que se descalabren in situ, me ha apartado siempre de estos espectáculos.

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    1. Pero si solo son la imagen metafórica de las contorsiones y saltos que habitualmente hacemos los vivientes cotidianos...(a mi siempre me atraparon, yo tenía algo de ello allí en mi infancia tierna)

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