miércoles, 6 de septiembre de 2017

29. El hombrecillo y el fuego de la tierra




Hermosa hazaña la del hombre pequeño logrando alcanzar el fuego. No lo inventó, lo recondujo. El hombre siempre tuvo el dragón dentro de sí. Cuando miró con perseverancia los fenómenos naturales, cuando ejercitó su ingenio, cuando transformó sus propias manos en el primer instrumento hábil que iba a crear más herramientas complementarias, el fuego ya estuvo a su alcance. Entonces, la conciencia de poder alterar a su favor una parte pequeña del lado intocable de la naturaleza le hizo crecer. Podía llegar a mayores proyectos. Eran tiempos en que no había medida de tiempo. Hoy el hombre sigue tratando de alcanzar aquella parte del fuego que aún no posee. Es su tendencia tenaz e ilimitada, y en cierto modo lleva camino de conseguirlo. Puesto que aún no ha sido capaz de inventar algo seguro que le permita llegar hasta el sol, ni ha controlado el fondo de los volcanes, ha traído otros soles a su tierra. Los que el hombre mismo ha fabricado. El empeño por su control no oculta la duda del riesgo. No hay animal fantástico o ser imaginario más poderoso que la energía que emana de la tierra y que el hombrecillo sigue intentando tomar en su poder. Y ya no da tanto miedo lo ajeno como lo propio. Porque dentro del hombrecillo su pretensión de capacidad ilimitada le ha hecho fantasear en exceso. No sabe parar ni poner límites. ¿Le devorará la larga lengua de fuego de su engreimiento?



(Ilustración de Artemio Rodríguez)



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