viernes, 1 de septiembre de 2017

25. El faro




El primer faro no fue tal sino una serie de hogueras en la zona más saliente de los cabos. Los hombres aún vivían en imperfectas arquitecturas que transformaban poco a poco. Así mismo amparaban las endebles edificaciones que iban a más con agrupaciones horizontales de piedra que las cercaban. Se sentían protegidos de enemigos reales y de la adversidad de sus miedos. 

También fueron diseñando frágiles embarcaciones que no podían alejarse en exceso del litoral. La audacia no bastaba para sobrevivir y muchos perecían, apenas se alejaban pocas millas mar adentro sin saber volver o retornando a ciegas hacia la fatalidad.  Alguien dijo: ¿y si levantamos una construcción elevada desde donde se otee el horizonte? ¿Y si nuestros arriesgados hombres que se aventuran en el océano pueden estar más seguros al retornar a casa con una referencia que les guíe? Pero alguien, más prudente, dijo: Apenas sabemos poner piedra sobre piedra en las hileras de nuestras murallas, sin exceder la altura posible, ¿y quieres que hagamos un montículo con las piedras? ¿Cómo íbamos a conseguir subirlas? Otro de la aldea, menos osado todavía y más temeroso, añadió: Además, desafiaríamos al cielo, y ya tenemos demasiados males como para provocar más las iras de las nubes y los seres poderosos que las habitan. Pero aquel vecino tan decidido volvió a insistir: Pues entonces que nadie salga a explorar el mundo, que nadie nos traiga aquellas materias ricas que a veces hemos probado o intercambiado, y si salen que la suerte les favorezca pues de lo contrario nuestra aldea se diezmará y los supervivientes hambrientos tendrán que emigrar. Si no ayudamos a nuestros hombres de mar pereceremos todos. Debemos ver la manera de llevar las hogueras más altas y protegerlas contra el viento y la lluvia. Los habitantes se hallaban divididos y no todos razonaban. A unos les podía un complejo de impotencia, a otros las falsas creencias, a otros el desinterés. 

Fue uno de los hombres más endurecidos por la experiencia del océano, que había sobrevivido a las catástrofes en varias ocasiones, el que expuso su criterio: Solo quienes hemos arriesgado la vida y conocemos las dificultades de la navegación podemos exigir vuestro esfuerzo y probablemente el sacrificio. Diseñaremos entre todos un altillo de rocas y en la parte superior dejaremos unas aberturas por donde salga la luz de la hoguera, así las demás piedras la protegerán. Uno dijo: Y si vamos a tener dificultad para levantar esa elevación, ¿cómo podríamos llegar hasta la hoguera cuando se apague? Pero la obcecación del hombre que había navegado no tenía límite: Eso lo iremos descubriendo sobre la marcha, solo empezando se sigue; solo continuando se avanza; solo avanzando lograremos el objetivo, respondió el curtido navegante. A todos les pareció un estímulo su manera de hablar. Y las miradas de aquel grupo de hombres y mujeres y ancianos y niños y animales domésticos prendieron como diminutas hogueras de esperanza. Entonces todos los que habían dudado o disentido de la idea, porque entonces aún ni siquiera era proyecto, cedieron en sus posiciones timoratas. El hombre de mar aprovechó la ocasión y dijo en tono convincente: pongámonos manos a la obra.

Jugador de la oca: Si a pesar de las luces que avisan de la costa próxima te golpeas contra las rocas o aún peor contra los farallones es que estás ciego. Corrige tu defecto visual y sigue tu camino con el objetivo de la luz de la razón que te ilumine.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)


2 comentarios:

  1. La navegación es arte difícil, tanto como el arte de poner piedra sobre piedra. El equilibrio es indispensable.
    Saludos

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    1. La conquista de la técnica es el triunfo de la observación día tras días y de probar y comprobar hasta el resultado apetecible, incluso muchas veces inesperado. El equilibrio se obtiene por la insistencia, a veces el azar ayuda. Gracias.

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