domingo, 10 de septiembre de 2017

31. Sáquenme...




Qué oscuro está todo aquí abajo (es el eco el que habla) Plas...plas...plas...(onomatopeya de gotas de lluvia finas que caen con lentitud al fondo) ¿Hay alguien ahí fuera? (nueva voz del eco) Plaf...plaf...plaf...(onomatopeya de gotas más gordas que se precipitan hasta la negrura más honda) No me dejen aquí (el eco y su voz turbia y lejana) Broooom...(onomatopeya de trueno que rebota por la vertical del círculo de piedra quedo) Que alguien me ayude (voz rasgada del eco) Un relámpago se besa con el agua del pozo (la luz no mete ruido) Sáquenme...(el eco quiebra del todo) Sin onomatopeya (el silencio no se representa con lenguaje) 

Aunque es una metáfora de uso frecuente aquella que dice que hay que salir del pozo, lo cierto es que la realidad nunca deparó demasiadas oportunidades de emerger. Quien caía a un pozo resultaba que lo hacía con todas las consecuencias, sobre todo si era profundo o le habían arrojado para que se despeñase. El pozo ha servido, además de para echar el caldero y sacar agua fresquita, para esconder (tesoros, armas, propaganda política) y en eso de ocultar su uso era comparable a los altares de las iglesias católicas. El pozo ha servido para contemplarse los amantes en su agua quieta durante las noches de luna llena. El pozo ha sido útil (qué horror tal utilidad) para hacer desaparecer a los enemigos. El pozo ha sido usado por los ladrones para esperar el mejor momento de asaltar la casa. El pozo nos pide que tiremos una piedra y luego otra y agucemos el oído. También puede exigir una moneda como impuesto que te garantice la obtención de un deseo. Yo de niño tiraba los zapatitos de las niñas de mi vecindad al pozo y me llevaba regañinas. Todavía tengo pendiente bajar a recuperarlos y devolvérselos, pero sospecho que ellas habrán crecido (y no quisiera a estas alturas y a tanta distancia de aquella fechoría que me castigaran de nuevo)

Jugador que el dado te ha traído hasta el pozo. Haz trampa antes de que perezcas en él. ¿No has visto cuánta gente se salva por hacer trampas en esta vida? (O se hunden del todo)



(Ilustración de Artemio Rodríguez)


4 comentarios:

  1. Cuantas historias guardan los pozos y los puentes que a veces eran de paso y otras de punto final.

    Si aquellas niñas descalzas pasan por aquí ya quedan compensadas con el grabado de la ilustración y la lectura de este texto.

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    1. Niñas perdidas en el templo del Tiempo. Aunque alguna de ellas, mayor que yo, aún me la encuentro de vez en cuando. Ha dedicado toda su vida al ejercicio de la pintura, la escultura y la escenografía. Qué cosas.

      Gracias y bienvenida.

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  2. Mucho que ocultar en los pozos. Yo recuerdo el placer de sacar agua fresquita del aljibe de mi tía murciana. Tan divertido para una niña de ciudad que solo conocía el agua del grifo. También la "originalidad" de vivir sin agua corriente en aquella casa en medio de un enorme limonar y con el w.c. apestante a purines en una caseta del patio. Ese si que resultaba un verdadero pozo negro con papel de periódicos troceados para limpieza anal. Entonces fue cuando descubrí un amigo: un perrazo enormemente cubierto de pulgas y garrapatas (granitos para mi) que me dedicaba a extirparle cuando los mayores no me veían pues me prohibieron acercarme a él.
    Por cierto en una redacción infantil escribí que un día me hice invisible y en el cole no se me ocurrió otra cosa que tirar todo el calzado de mis compañeros por la ventana. Por lo visto me faltaba valor para ser "malota social", se quedó en la imaginación.

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    1. Tú invisible, pero yo vi una vez a un cura visible que tiraba el primer día de clase por la ventana la cartera llena de libros impolutas de un niño rebelde, pero él pura ira católica o personal que nos dejó a todos aterrados. El primer dia.

      Ay los pozos, cuántos misterios no guardarán. Cuántos han sido cegados. Y el agua bajo nuestros pies pidiendo a gritos que los abramos de nuevo. En la infancia no había casa que no tuviera patio y pozo. Eso se ha perdido. Vaya avance, eh.

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