viernes, 6 de octubre de 2017

44. El salvador




Diríase salido de un baile de carnaval. Pero yo fui el único testigo, al que nadie cree, por cierto. Aquel ser surgió desde el resplandor fatal y llegó corriendo hasta donde me escondía del gran trueno. Yo estaba atónito, no sé si por la catástrofe o por la aparición del hombrecillo de cuerpo remendado, pero desde el primer momento le consideré un salvador. Vete de aquí, yo detendré la gran llamarada, dijo con su lenguaje cifrado que traduje inmediatamente. Pero cómo, respondí. Sumérgete en un sueño, dijo. Apenas acerté a decirle que estaba demasiado excitado, que los nervios me rompían las entrañas y el pánico me inhabilitaba. Fue entonces cuando insistió. Podrás dormir, soplaré sobre ti y serás transportado lejos de este infierno. No recuerdo más. Aquí estoy, en un paisaje nuevo, aprendiendo a vivir como si siempre hubiera habitado este espacio. De dónde vengo, porque dicen que he llegado de otra parte, no recuerdo. Si fui otro no me interesa. Si la historia que me cuentan es cierta solamente pongo un inconveniente: me hubiera gustado más salvarme por mí mismo. Ni siquiera sabiéndome a salvo creo en los salvadores.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)


4 comentarios:

  1. Cuesta hacerse a la idea de que dependemos de la intervención de otro, pero seguramente, de darse, algo haremos nosotros como para inspirar a ese eventual Salvador para que venga a socorrernos. Jamás hubiese pensado que esa figura pudiera ser de un Salvador... Preconceptos? 😉

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  2. Jaajj qué careto entre marcianito y oso hormiguero jaajjj y con pañalon!!
    Me harté de filosofar, la ironía lo suple.

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    1. La ironía no, la vida real. Yo todos los días veo alguno de esa guisa y otros los imagino.

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