jueves, 24 de agosto de 2017

20. El zindú




Le llaman el zindú. Por el día adorna los paseos de acceso a templos abandonados de la antigua civilización. Por la noche se desprende de los frisos y dicen que se dedica a tallar nuevas piedras berroqueñas hasta dotarlas de misteriosas representaciones. Los visitantes ocasionales y los arqueólogos que de vez en cuando inspeccionan el estado de las ruinas se sorprenden de hallar esculturas recién labradas que suplen el deterioro de otras. Puesto que el material es el mismo que las primitivas obras indígenas su calidad formal no se diferencia en absoluto de éstas. Naturalmente están desprovistas de verdín, no muestran desgaste alguno y gracias a la meticulosidad de los detalles que componen cada figura se puede reconstruir cómo eran aquellas imágenes más antiguas que la incuria, el clima y los seísmos han deteriorado a lo largo de los siglos. Nadie sabe qué quiere decir zindú y nadie sabe describir con exactitud cómo realiza su actividad, ni de qué técnicas ni herramientas dispone, ni si las obras las finaliza en una noche o en mil. Algunos exploradores que han acampado en la región de los templos antiguos suelen escuchar desde que cae el día golpes exactos de cantería, ruidos semejantes al de serrar la piedra y largos sonidos de arrastre que aplastan el bajo fecundo de la selva. También cuentan que durante la oscuridad los pájaros de la noche callan y las serpientes se recogen en lo profundo de sus madrigueras. 




(Ilustración de Artemio Rodríguez)



2 comentarios:

  1. Impecable relato para dejarse llevar por la fantasía.
    =)

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  2. Visto lo desagradable que resulta ser la realidad muchas veces es mejor fantasear, sí, y si a la carta, mejor.

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