Creo que no hay mayor condenación del alma que la ira. La ira acumula con frecuencia otras característicsa negativas: la soberbia, por ejemplo, la envidia, el deseo de venganza. Entiendo por alma todo ese espectro emocional, afectivo y sentimental que le permite al humano hacer, desarrollarse, intimar.
La escultura que me ha permitido unas reflexiones sobre la ira es un vaciado en escayola de 1897 realizado por Lucas Bartolozzi Bartolozzi, que estaba al frente del taller de vaciados de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El original de la obra, de 1619, es de Gian Lorenzo Bernini, y está situada en la Embajada de España ante la Santa Sede, en Roma.
Leo por alguna parte que es un autorretrato de Bernini, en un intento de gritar al infierno. Muy teatrero, como el mismo espíritu barroco. Pero todo grito contra algo o alguien es siempre un ejercicio de cólera. A mí me sugirió más un desarrollo terrenal que una actitud contra uno de los elementos necesarios en la narración religiosa. Pero ¿es que el infierno en vida, con todos sus ingredientes de sufrimiento, de causantes y víctimas no es algo puramente humano?
Mi capricho en llamar tiempo gestual a esta mini serie de devaneos es un juego con la gramática latina. Y un homenaje. El tiempo gestual complementa cuando no sustituye al tiempo verbal. Me parecía apropiado conjugar el presente de indicativo del verbo Sum porque es el narcisismo del presente lo que embarga y condena al iracundo. Por lo demás, que cada cual lo entienda como guste.
La copia de Bartolozzi se encuentra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.